El 15 de julio docenas de cuentas célebres con millones de seguidores empezaron a tuitear una estafa. El empresario Elon Musk, el candidato presidencial demócrata Joe Biden, el rapero Kanye West, el exboxeador Floyd Mayweather o las oficiales de Apple y Uber decían que iban a devolver por duplicado todo lo que se les ingresara en bitcoins. En Twitter había habido otros hackeos, incluso el de la cuenta de su fundador, Jack Dorsey. Pero nunca nada así de masivo. La reacción de Twitter fue drástica: durante un par de horas ninguna cuenta verificada pudo poner ningún mensaje.
Desde aquel día ha ido apareciendo un goteo de informaciones, tanto oficiales como especulaciones de medios y expertos, que indican el origen y parte de la magnitud del problema. El detalle más importante es que, a pesar de la sensación de hundimiento que hubo en la compañía, el ataque se produjo en medio de una operación lanzada por unos veinteañeros organizados en un foro donde se comercia con todo tipo de cuentas y hackeos.
El día antes del hackeo, un tal Kirk escribió en un chat de la plataforma Discord a otro usuario: “Trabajo en Twitter, no se lo digas a nadie, en serio”. Fuera cierto o no que Kirk trabajara en Twitter, de algún modo tenía acceso a paneles internos de la compañía. Su objetivo era ofrecerse para recuperar cuentas suspendidas con su acceso a herramientas de la compañía o hacer negocio con las cuentas llamadas OG (original gangster), que son aquellas con nombres de uno o dos caracteres, lo que da mucho caché en determinados ambientes. Uno de los fundadores de Twitter usa por ejemplo @ev, que es de hecho su nombre: Evan Williams.
Al día siguiente, antes de que por la tarde los famosos empezaran a tuitear la estafa con bitcoin, la operación de los jóvenes para hacerse con las codiciadas cuentas estaba en marcha. Algunas particularmente valiosas como @L, @6 o @W cambiaron de propietario, según el especialista en ciberseguridad Brian Krebs. La cuenta @6 pertenecía al fallecido hacker Adrián Lamo, que se hizo famoso por delatar a Chelsea Manning, la exmilitar que facilitó información militar a Wikileaks y cumplió condena por ello. El padre de Lamo había dejado el control de sus cuentas en redes a un amigo del fallecido que ese día contó que alguien había intentado secuestrar la cuenta.
Desde aquel día ha ido apareciendo un goteo de informaciones, tanto oficiales como especulaciones de medios y expertos, que indican el origen y parte de la magnitud del problema. El detalle más importante es que, a pesar de la sensación de hundimiento que hubo en la compañía, el ataque se produjo en medio de una operación lanzada por unos veinteañeros organizados en un foro donde se comercia con todo tipo de cuentas y hackeos.
El día antes del hackeo, un tal Kirk escribió en un chat de la plataforma Discord a otro usuario: “Trabajo en Twitter, no se lo digas a nadie, en serio”. Fuera cierto o no que Kirk trabajara en Twitter, de algún modo tenía acceso a paneles internos de la compañía. Su objetivo era ofrecerse para recuperar cuentas suspendidas con su acceso a herramientas de la compañía o hacer negocio con las cuentas llamadas OG (original gangster), que son aquellas con nombres de uno o dos caracteres, lo que da mucho caché en determinados ambientes. Uno de los fundadores de Twitter usa por ejemplo @ev, que es de hecho su nombre: Evan Williams.
Al día siguiente, antes de que por la tarde los famosos empezaran a tuitear la estafa con bitcoin, la operación de los jóvenes para hacerse con las codiciadas cuentas estaba en marcha. Algunas particularmente valiosas como @L, @6 o @W cambiaron de propietario, según el especialista en ciberseguridad Brian Krebs. La cuenta @6 pertenecía al fallecido hacker Adrián Lamo, que se hizo famoso por delatar a Chelsea Manning, la exmilitar que facilitó información militar a Wikileaks y cumplió condena por ello. El padre de Lamo había dejado el control de sus cuentas en redes a un amigo del fallecido que ese día contó que alguien había intentado secuestrar la cuenta.
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