La pandemia trajo intempestivamente a nuestras vidas clases en línea, teletrabajo, reuniones virtuales, telemedicina y compras a distancia. Las tecnologías digitales se están universalizando con la fuerza que la necesidad impone.
Pero a la vez que se aceleran los procesos de digitalización quedan al descubierto los grandes problemas de los ciudadanos y países ante la tecnología y, si no se toman medidas, pueden convertirse en la semilla de una crisis social en el futuro. Afortunadamente, hay casos que nos pueden mostrar cómo aprovechamos una revolución digital para ayudar a todos nuestros ciudadanos.
América Latina y el Caribe es la región con una de las brechas de habilidades digitales más grandes del mundo. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuatro de cada diez latinoamericanos no terminan la escuela y la abandonan antes de los doce años. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que el 22% de los jóvenes de esta región no estudia, ni trabaja, ni se capacita, siendo ésta una realidad que afecta de manera desproporcionada a las mujeres (30% respecto al 14% de los hombres). Y ahora que el teletrabajo y la educación a distancia han demostrado su validez como estrategias para la continuidad económica y educativa, cobra dramatismo el hecho de que, en 2019, el 34% de la población de la región reportara no tener acceso a internet en sus hogares.
Al mismo tiempo, Latinoamérica ha incrementado la demanda de trabajadores con habilidades digitales, con un aumento del uso de las plataformas digitales laborales para encontrar trabajo y generar ingresos. Las empresas de reparto de bienes o de traslado de pasajeros, por ejemplo, multiplicaron su número de trabajadores en los últimos meses y, ante la situación de incertidumbre, muchas compañías han buscado contratar trabajadores externos independientes o freelancers que no supongan aumentos en sus plantillas.
Desde el punto de vista de los consumidores, muchas de las personas confinadas han digitalizado sus interacciones laborales y sociales a la par que han optado por consumos y compras en línea. Esto incluye a personas mayores que en el pasado tenían resistencia al uso de los servicios digitales y ahora, obligados por las circunstancias, se adaptaron usando servicios como la banca por Internet, al no poder ir físicamente a las sucursales. Todo ello ha estimulado y acelerado la contratación de trabajadores para estas plataformas digitales y hace necesario prestar especial atención a los derechos laborales de los trabajadores de estos sectores, según ha puesto de manifiesto un estudio recientemente publicado por el laboratorio de innovación del BID, BID Lab.
La transformación digital requiere una estrecha colaboración entre gobiernos y emprendedores en situaciones en que el sector público necesita soluciones ágiles y escalables. El proyecto colombiano Inspiramed es paradigmático al aunar varios ministerios y empresas privadas para desarrollar ventiladores mecánicos que cumplan con los requerimientos de la agencia nacional reguladora y permitan dar una respuesta rápida a las necesidades provocadas por la pandemia. La transformación digital es clave igualmente para revitalizar sectores como el turístico, uno de los más afectados por la pandemia, o el de las pequeñas empresas, como las tiendas de barrio, que son el sustento de millones de familias de América Latina y el principal canal de acceso de alimentos y bienes comunes para muchos barrios de bajos ingresos. Promover la digitalización puede ser fundamental para asegurar la viabilidad de estos negocios.
Ahora la tecnología se ha convertido en el centro de las estrategias de los países de América Latina y el Caribe para dar continuidad educativa a 110 millones de alumnos. Los países, como Uruguay y Chile, que se encontraban más avanzados en la digitalización de sus contenidos con plataformas educativas, recursos, capacitación de profesores e inversiones en infraestructura y conectividad, han demostrado estar mejor preparados para asumir el reto. Desde BID Lab hemos apoyado para que la educación de millones de estudiantes no se viera interrumpida. Nuestro respaldo ha incluido una variedad de instrumentos financieros que van desde donaciones a inversiones de recuperación contingente, pasando por incentivos de impacto social, préstamos o inversiones destinados a fomentar las habilidades para el futuro mediante la llamada EdTech o aplicaciones de tecnología para la educación.
El impulso de la digitalización debe realizarse con garantías evitando que las nuevas formas de trabajo conduzcan a una mayor precariedad y desprotección. Es el objeto de WorkerTech, un concepto creciente en Europa o los Estados Unidos que recalca que los trabajadores independientes y flexibles surgidos al amparo de servicios digitales tengan beneficios personalizados y acceso a sistemas de protección y defensa de sus derechos. Esta idea, aún incipiente América Latina y el Caribe, puede ser aplicada no solamente a los trabajadores con nuevas modalidades laborares o trabajadores de plataformas digitales, sino también para el sector informal que sigue siendo bastante grande en esta región. Estimular este ecosistema de servicios es fundamental para conseguir un nuevo contrato social del siglo XXI, aprovechando las innegables ventajas de la digitalización sin olvidar a quienes, por trabajar de forma atípica, puedan quedar excluidos de los sistemas de protección.
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