El nombre de Steve Jobs encarna un tipo de deidad. Una figura amada y, sin embargo, con una asombrosa capacidad para despertar las iras de sus detractores. Bajo su mandato, Apple fue reconocida como una empresa innovadora, que movía a su antojo la industria. Tras su muerte, se hizo un vacío que ha rellenado Tim Cook con una visión empresarial totalmente distinta: ha llevado a la compañía a romper récords de ventas y ser la de mayor cotización bursátil en la historia del capitalismo. Dos mentes distintas, dos estilos contrapuestos.
Los astros se alinearon durante sus últimos años de vida del visionario Jobs. Llegó el iPod, un reproductor que junto con su plataforma de distribución le cambió el traje a la industria discográfica. Ni que decir tiene recordar la aportación del iPhone a la economía digital. Hubo antes «smartphones», pero aquel 2007 algo se dejó atrás. Productos que, junto con el iPad -la tableta más popular- o los esfuerzos por perfeccionar los ordenadores.
Apple es una de las pocas empresas que no solo comercializa productos y servicios; vende un estilo de vida. A la altura de Harley-Davidson o Mercedes-Benz. Y uno de los eternos debates entre sus fieles seguidores es si su envidiable capacidad de inventiva se ha enterrado en los últimos años por la ausencia de su cofundador. Las comparaciones, dicen, son odiosas. En 2021, Tim Cook cumplirá diez años de gestión. Diez años sobrevolando a la alargada sombra de Steve Jobs. Un tiempo más que estimable para valorar un legado. La maquinaria de su sucesión ya ha comenzado. ¿Ha perecido la compañía ante sus rivales? ¿Acaso ya no innova al mismo ritmo como en la época de Jobs?
La Apple de la era Cook se ha caracterizado por un estilo menos vanidoso y personalista. Artículos en medios especializados y biografías han coincidido en que es una persona educada, atenta y dedicada. Una personalidad contraria a la de su mentor, del que las malas lenguas han llegado a calificar de tirano y obsesivo. En esta década, la empresa ha sido acusada por sus detractores de no romper moldes y no presentar nada revolucionario.
El efecto «wow» ha desaparecido. Es cierto. La industria de la tecnología de consumo es cada vez más competitiva y el costo de adquisición de componentes está al alcance de cualquier marca. Las filtraciones y rumorología han eclipsado esos eventos en donde los interesados acudían vírgenes. Pero aquella visión estratégica ha desaparecido hace tiempo. Ni siquiera las ferias tecnológicas actúan como transmisores del futuro. Pero la rueda ha seguido moviéndose en Apple hasta alcanzar la mayor cotización bursátil de la historia de la economía.
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