El pequeño Nuro R2 empezará a llevar pizzas por sí solo a las casas de los consumidores estadounidenses este mismo año; en España, los turistas subirán a un vehículo parecido —aunque casi lo duplica en tamaño— y visitarán sin conductor el Parque Nacional de Timanfaya, en la isla canaria de Lanzarote.
Si la crisis del coronavirus no lo impide, la guagua autónoma eléctrica nacida del proyecto Cities Timanfaya está a la vuelta de la esquina. La pequeña plataforma sin puesto de conducción recorrerá a diario, con 12 visitantes a bordo, la Ruta de los Volcanes, principal reclamo del espacio protegido. Cada año la transitan casi un millón de personas en autobuses turísticos y entre ellos se colará el que Por Sergio Amadoz han desarrollado conjuntamente la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), la consultora 2RK y la Asociación Española de la Carretera.
Con el impulso de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote, el proyecto estaba casi a punto a mediados de marzo: solo quedaban las pruebas de certificación para obtener una placa de matrícula y circular con permiso legal. Si este fuera un mes de mayo normal el vehículo ya debería haber llegado a Lanzarote para empezar los ensayos sobre el terreno. José Luis San Román, catedrático del departamento de Ingeniería Mecánica de la UC3M, confía en que la pandemia retrase “solo unos meses” su puesta en marcha para demostrar, “con tecnología, investigación y desarrollo 100% españoles”, que el vehículo autónomo “ya es viable en determinados entornos y aplicaciones”.
Circular en terreno hostil
El paisaje en este caso no ayuda. El autobús del proyecto Cities Timanfaya —basado en el EasyMile EZ10 francés, de 4,05 metros de longitud y 1,89 metros de anchura, del que solo se aprovechan el chasis y los sistemas de dirección y tracción— se enfrenta a una ruta muy accidentada de 11 km, con fuertes pendientes, curvas muy cerradas y deslumbramiento al amanecer y al atardecer. La capacidad de adaptación a un terreno imposible es uno de sus puntos fuertes.
A partir de un mapeo previo de la ruta, el vehículo se apoya en tecnología GPS de altísima precisión (con un margen de error de entre uno y dos centímetros), sistemas lídar, una unidad de medición inercial, cámaras estéreo y sensores de ultrasonidos, gracias a lo cual calcula con exactitud su posición, escudriña y registra la ruta en tiempo real y detecta cualquier obstáculo en su camino. “Los vehículos de este estilo, como el de EasyMile, navegan en entornos muy estructurados, con edificios que sirven de referencia y buena cobertura de GPS y comunicaciones, con lo cual la carga de trabajo de la sensórica y del software de gestión es más baja. Nosotros nos hemos ido a un desierto en el que todo es del mismo color, sin referencias para navegar y con zonas de sombra en las comunicaciones GPRS”, certifica José Luis San Román. “No disponemos de 4G, ni mucho menos. Pero con la inteligencia artificial que hemos desarrollado hemos logrado una lógica muy robusta que nos permite tener siempre un sistema de información redundante. Somos capaces de seguir navegando en lugares donde otros vehículos se quedarían ciegos y parados”, resume.
Nuro R2, el repartidor
Estados Unidos dio permiso de circulación hace unos meses al R2, el repartidor autónomo de Nuro. Domino’s Pizza, Walmart o la cadena de supermercados Kroger se han interesado por el vehículo, una plataforma de 2,74 metros con un diseño cuadrado que aprovecha al máximo su capacidad de carga: 600 litros de maletero con temperatura controlada.
La ventaja de la ruta es que es una carretera de un único sentido. El vehículo circulará delante y detrás de autobuses, pero no se cruzará con ninguno. Aun así, el cerebro de la guagua se puede bloquear. “No va a encontrarse personas y el riesgo de toparse con animales es bajo, pero los vientos fuertes pueden dejar en la calzada algunas rocas volcánicas, que son bastante ligeras”, relata San Román. En ese caso, si el vehículo no puede rodearla, se parará y alguien del centro de control tendrá que acudir para eliminar el obstáculo. Superado esto, quedará otra barrera: los propios turistas. Deberán fiarse de un artilugio sin conductor que se mueva entre barrancos, aunque no a más de 20 km/h.
El objetivo es que, tras una buena acogida de las primeras pruebas, la tecnología se integre en autobuses de 50 plazas y el Cabildo transforme su flota para Timanfaya en un pequeño batallón de autocares autónomos.
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